Federico
Aponte Gómez
2009 – 2023
Mi pequeño, un día inesperado decidiste usar tus alas de ángel y volar al cielo, sé que llegaste a nuestra casa a cumplir una misión espiritual y estoy segura que fue la de enseñarnos que se puede dar tanto sin pedir nada a cambio, nunca olvidaré esos ojitos de color miel que inspiraban tanta ternura , tanta pureza como tu alma, nos amaste con el sentimiento del amor más elevado que pueda existir en este plano, quizá muchos no comprendan esta comunión que existía entre tú y nosotros: “tu familia humana” pero lo importante es que tú lo sentías, sé que sabias que te amamos, que eras importante , el niño de la casa.
Fueron 14 años 4 meses que nos acompañaste, no utilizabas palabras, pero como te hacías entender, como cuando cada noche me ibas a buscar para que te dé pancito, que tanto te gustaba, o cuando en las noches te parabas junto a mi para que te suba a la cama, o cuando parabas tus orejitas y brincabas a recibir a tus hermanos, ¿cómo sabias que eran ellos, cómo sabias que era el sonido del carro de tu hermana, no lo sé?, pero como te alegrabas y los esperabas en la puerta convencido, seguro que eran ellos.
Quizá no fuimos tu familia perfecta, pero te dimos nuestra mejor versión.
Gracias por acompañarme cada tarde, cada noche, te puedo jurar que te ame más allá de lo que mi corazón conocía, nunca te voy a olvidar, siempre serás esa memoria que hará gotear mi alma y pintará una sonrisa en mis labios.
Nunca te iras, siempre vivirás en mi corazón y en tu casa, mi peludito, mi pequeñito, mi eterno niño.
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